domingo, 30 de octubre de 2011

Observación de ballenas y delfines

Observación de ballenas en Parque Marino Francisco Coloane.
© Feel Patagonia

por Marcela Torres

A medida que se acerca la temporada de verano, la fascinación por las ballenas y delfines atrae a muchos turistas en busca de tener un encuentro cercano con esta fauna carismática. La actividad tiene beneficios y riesgos, sin embargo, y hay que tomar precauciones para practicarla de manera responsable.
A lo largo de todo Chile se encuentran 18 especies de delfines. El delfín chileno (Cephalorhynchus eutropia) se encuentra en aguas costeras poco profundas, mientras que el delfín nariz de botella (Tursiops truncatus) es uno de los más populares y fáciles de ver, sobre todo en los alrededores de las islas Damas y Choros, en el norte.

Las ballenas también se dejan ver, principalmente en el sur de Chile, donde se puede encontrar rorcuales, ballenas francas, cachalotes y la ballena jorobada (Megaptera novaeangliae). Esta especie, una de las más fascinantes, tiene un importante sitio de alimentación en las aguas del Parque Marino Francisco Coloane, en el sur de Chile.

Para asegurar que la experiencia de observación de cetáceos sea amena y segura, tanto para los animales como para los turistas, se deben tomar las siguientes medidas: 
  • Se debe mantener una distancia mínima de 100 metros del animal más próximo a la embarcación
  • La velocidad de navegación de las embarcaciones durante las maniobras de aproximación y abandono se deberá mantener constante, sin superar los 4 nudos
  • El tiempo de observación de cada embarcación no debe superar los 30 minutos
  • No le pida al guía que persiga a los delfines o ballenas ni trate de tocarlos
  • Al finalizar la observación, el abandono del lugar deberá realizarse en forma lenta y en dirección contraria al desplazamiento de las ballenas o delfines
Es importante tener en cuenta que los delfines y ballenas en el mar son animales libres y que no debemos alterar su forma de vida o comportamiento. Por eso, es importante no tratar de acariciarlos o establecer ningún tipo de contacto que no sea natural y que contribuya a modificar su conducta, por ejemplo, acostumbrándose a interactuar de manera cercana con seres humanos.

Si seguimos estos consejos, seguramente vamos a vivir una experiencia de turismo responsable que será inolvidable.

sábado, 15 de octubre de 2011

¿Puedo tomarle una foto?

Tejedora quechua en Cusco, Perú.
© Marcela Torres

por Marcela Torres




Conocer gente de otros países, culturas y costumbres es parte de la magia de viajar. Muchas veces nos encontramos con personas encantadoras que comparten sus tradiciones con nosotros y no podemos resistir la tentación de capturar ese momento con nuestras cámaras fotográficas. Sin embargo, este impulso entusiasta a veces puede provocar una reacción negativa inesperada.

Varios autores advierten del peligro de la “mirada del turista”. ¿A qué se refieren? A que las personas de una comunidad local se sientan vistas como objetos atractivos; algo extraño o sorprendente que se debe observar. Esta sensación, sin duda, puede ser ofensiva.

Además, no es un mito que numerosas tribus y culturas indígenas en América Latina rechazan las fotografías por diversas razones, incluyendo la creencia de que éstas les robarían el alma. Desde el norte de México hasta el sur de Chile existen variados testimonios de comunidades que le temen o desconfían de las cámaras y de las intenciones de quienes las llevan.

Cuenta un fotógrafo profesional que al llegar de improviso a un pequeño poblado de la Sierra Central de México junto a unos amigos se vio rodeado de niños y niñas por todos lados, atraídos por sus “curiosas” vestimentas y actitudes. Pero el jolgorio acabó en el momento en que sacó su cámara fotográfica y apuntó a los niños, que arrancaron despavoridos.

En la Ciudad Perdida, de la Sierra Nevada de Santa Marta en Colombia, por razones religiosas y culturales, las personas de ascendencia indígena evitan que se tomen fotografías de ellas mismas, sus casas y sus objetos. A los turistas se les advierte que no insistan, para no causarles molestias y no invadir su intimidad.

Los mapuches, que habitan el sur de Chile y Argentina, también rechazan las fotografías. Para ellos, la imagen tiene un espíritu y si alguien la capta se lleva algo de ellos mismos. Esta creencia ha presentado un desafío para los realizadores de documentales, quienes deben dar muestras de respeto y confianza para obtener sus filmaciones. Sin embargo, muchas veces los artistas simplemente toman la foto o video, prometiendo volver y entregar una copia, pero no aparecen nunca más. Es importante tener en cuenta que el mapuche siempre va a pedir (y a exigir, en algunos casos) el símbolo concreto de aquella vez en que prestó un pedacito de alma. Se sabe de un par de ocasiones en que las personas se han sentido tan ofendidas por la fotografía que han roto las cámaras de algunos turistas.

El caso del científico italiano Guido Boggiani es, sin duda, el más extremo. Boggiani vivió muchos años con la tribu Caduveo en Paraguay y se obsesionó por el tatuaje o pintura corporal, tomando más de 500 fotografías que él mismo reveló en medio de la selva. Fue asesinado en 1902, a los 40 años, y -aunque no existe certeza absoluta- se sospecha que el motivo fue su actividad fotográfica, ya que la expedición que fue en su búsqueda encontró sus restos enterrados con su cámara despedazada. Después de su muerte, un colega publicó una serie de 100 tarjetas postales sobre estos aborígenes paraguayos, que incluía un suplemento reservado de 12 desnudos especiales para científicos.

Por supuesto, hoy en día es muy improbable que alguien te amenace de muerte por tomarle una fotografía, pero no está demás evitar un mal rato y mostrar respeto por la otra persona haciendo una simple pregunta: “¿Puedo tomarle una foto?”

jueves, 6 de octubre de 2011

Comunidades indígenas y turismo: los beneficios del co-manejo


Guía Lickan Antay con visitantes en el Sector Soncor de la Reserva Nacional Los Flamencos.
© Hernán Torres

por Marcela Torres
El manejo compartido de áreas protegidas por parte del Estado y las comunidades locales es una de las mejores maneras de garantizar que el turismo beneficie económica y socialmente a muchas personas que de otra manera quedarían marginadas, al mismo tiempo que se garantiza la protección al medio ambiente del cual dependen estas comunidades para sus ingresos. Un excelente ejemplo es el sector Soncor de la Reserva Nacional Los Flamencos, en el Desierto de Atacama en la Región de Antofagasta, en el norte de Chile.

La Reserva Nacional los Flamencos se encuentra dentro del Área de Desarrollo Indígena Atacama La Grande, que fue establecida en 1997 para promover el desarrollo sustentable de los territorios ancestrales de la etnia Lickan Antay. Desde entonces, las comunidades Lickan Antay han fortalecido sus derechos ancestrales para utilizar sus recursos, en muchos casos de manera tradicional y en otros, adoptando técnicas modernas de manejo de recursos naturales.

Cuando la Corporación Nacional Forestal (CONAF) comenzó a cobrar entrada por visitar la Reserva, a inicios de la década del 2000, la Comunidad Lickan Antay de Toconao se tomó el camino de acceso a Laguna Chaxa, en el sector Soncor, para demandar que este turismo, desarrollado en sus tierras ancestrales, beneficiara también a los descendientes de esta etnia que viven en el poblado. La acción desencadenó una revisión del esquema y la CONAF y las comunidades Lickan Antay firmaron acuerdos de co-manejo para cuatro de los siete sectores de la Reserva: Soncor, Lagunas Miscanti y Miñiques, Valle de la Luna y Tambillo.

Los ingresos generados por el cobro de entrada a estos sitios, que atraen a visitantes nacionales y extranjeros, ha permitido el fortalecimiento de los programas comunitarios de ayuda a las personas ancianas y discapacitadas de las comunidades. Al mismo tiempo, un significativo monto de estos ingresos es invertido en el manejo de cada sector y en salarios del personal. La incorporación de personal de las comunidades en el manejo de los sectores bajo convenio ha permitido reasignar el personal de CONAF a sectores y actividades que anteriormente tuvieron una débil atención por la significativa falta de personal y recursos que afecta a CONAF.

Primer centro de visitantes sustentable

Debido al creciente interés mostrado por turistas provenientes desde San Pedro de Atacama, la comunidad decidió mejorar la infraestructura del lugar y su información turística. Por ello, en 2006, aunó esfuerzos con CONAF y la minera SQM, que explota litio en el Salar de Atacama, para desarrollar el primer Centro de Visitantes sustentable en un área protegida del país.

El proyecto incluyó el diseño arquitectónico y la construcción del Centro de Visitantes, con elementos como la reutilización de aguas grises y la generación de electricidad por medio de paneles solares y molinos de viento. Además, se arreglaron los caminos y se amplió el estacionamiento.

Al mismo tiempo, se capacitó a un grupo de guías locales, todos miembros de la Comunidad Lickan Antay de Toconao, en técnicas de interpretación, para transmitir efectivamente a los visitantes los valores naturales y culturales de la zona. Para complementar esta labor, se elaboraron 5 paneles bilingües para el sendero interpretativo por el salar y 18 para el interior del Centro. También, se desarrolló un video explicativo, en castellano con subtítulos en inglés, para complementar la información turística entregada a los visitantes.

Los resultados han sido los mejores. Quienes llegan a Laguna Chaxa comentan que da gusto pagar entrada porque se nota que se reinvierte en la gente y en mejorar el lugar, donde ya no se encuentra basura y se cuenta con buena infraestructura. Además, el turismo ha brindado a la gente local una nueva fuente de ingresos y cada vez son más los miembros de la Comunidad Lickan Antay que buscan capacitarse y participar de los beneficios del turismo responsable.